jueves, 16 de julio de 2009

¡Somos de Boaco y qué!


A despecho del despectivo refrán que pinta a los boaqueños como gentes ingenuas, estos sienten gran orgullo de su ascendencia.

Boaco es una palabra que proviene del sumo y es el nombre de una tribu llamada Boai que en tiempos pre colombinos habitó estas tierras, aunque se presume que a despecho del despectivo refrán que pinta a los boaqueños como gentes ingenuas, estos sienten gran orgullo de su ascendencia.

Boaco, es una palabra que proviene del sumo y es el nombre de una tribu llamada Boai que en tiempos pre colombinos habitó estas tierras, aunque se presume que hubo una unión de vocales provenientes de la lengua náhuatl y del sumo y de ahí nació la palabra Boaco, que significa lugar o pueblo de encantadores”.
Este hermoso y productivo departamento ubicado exactamente en el centro de nuestro país, es contradictoriamente uno de los departamentos menos explorados a pesar de poseer una gran cantidad de destinos turísticos.

El atol con chile jalapeño


Delicia que solo se puede encontrar en Masaya.

Definitivamente, en Masaya se encuentran las excentricidades más peculiares en lo que a la gastronomía de la cuna del folklore se refiere.
En este departamento, donde se puede apreciar lo que es realmente la idiosincrasia de nuestro pueblo, nos encontramos con una de sus riquezas en lo que a postres se trata.

Esta ocasión, en el recorrido que realizamos por los departamentos del interior del país en busca de información y personajes curiosos, nos encontramos con una particularidad que poseen los Masaya. Me refiero al famoso “atol con chile jalapeño”.
Y es que, al mejor estilo de los mexicanos ( y tal vez copiado de estos), los oriundos de esta bella ciudad degustan hasta la saciedad de este delicioso postre elaborado con maíz y chile jalapeño.
En el populoso mercado “Ernesto Flores”, de esta ciudad nos encontramos con la señora María del Carmen Gaitán, toda una experta en la elaboración del famoso atol con chile.


Comenzó con un buhito y al silo llegó


Historia de una artesana del metal


Las artesanías elaboradas por manos nicaragüenses son únicas en el mundo, pues es algo que nos identifica y nos da a conocer a nivel mundial. Este tipo de trabajo es elaborado, en muchos casos, con el objetivo de crear una entrada extra a los hogares nicaragüenses ante la crisis económica que se vive en nuestro país.

También, en algunos casos, inician como un negocio familiar que se va heredando a las nuevas generaciones. Dentro de este grupo de micro empresas hay algunas que han nacido con un solo fin, el cual es conservar el medio ambiente a través del uso de materiales desechables..
Artesanías las hay a montón y las podemos encontrar de barro, arcilla, marmolina, madera, carey, entre otros materiales. Pero una artesanía elaborada a base de metal sólo hay una: la que elabora una mujer nicaraguense.

Una madre ejemplar

No se ha dejado vencer a pesar de su edad y sus enfermedades.


El viejo, municipio del departamento de Chinandega, ubicada en el occidente del país y como lo dice su nombre es uno de los municipios más viejos de Nicaragua.

La historia de este atractivo pueblo data desde hace más de cuatrocientos años, pues desde épocas ancestrales se sabe que fue cede de unos de los grandes caciques que llegaron a dominar estas planicies.

En este bello y caluroso departamento nos encontramos con una de las historias más bellas en lo que al amor de madre se refiere.
Doña Ignacia de la Concepción Castillo Franco, es una bella y hermosa ancianita, agotada por el trabajo y el cuidado que le dedico a sus hijos, el próximo 31 de julio cumplirá sus 87 años de vida, y es toda una experta en la elaboración de las famosos “rosquillas Castillo” en este municipio.

Inicio a elaborar rosquillas a sus treinta años de edad, cuando su primera hija tenia apenas cinco años, nos cuanta que bajo su pobreza y dificultades, logro levantar sus casita, pues recuerda que esta era muy viejita “era de ocones enterrados, de caña de costanera”, nos cuanta la vejecita señalando su casa ahora construida de concreto.

Dice que nunca se caso, tuvo un compañero de vida que era agricultor, el cual le ayudaba, pero no siempre había buen tiempo y algunas veces la producción era muy fructífera, pero que en coacciones era pésima, pero ella siempre se mantuvo al frente se sus siete hijos, “nunca los deje solo, tampoco pasaron hambre por que así fuera solo tortillas con cuajada ellos comían sus tres tiempos”, relata la anciana con una vos tan tierna y con algunas lagrimas que asomaban a sus ojos y me imagino que eran de melancolía, pues recordó cosa que las había dejado en el baúl de los recuerdos.

Procreo siete hijos, tuvo tres malos partos, de sus siete hijos uno se suicido, por una serie de problemas que tenía, tiene un hijo que se le secaron los riñones hace siete años y esta en tratamientos con hemodiálisis, pero ella siempre a estado al frente de su familia, aunque nos cuanta con una voz muy pausada, ya por los años que lleva sobre su espalda, y la vida tan dura que le ha tocado vivir, que esta muy enferma y no cree llegar hasta la fecha de su cumpleaños.

Las rosquillas Castillo, tienen más de 56 años de ser degustadas por centenares de personas que llegan hasta la morada de Castillo Franco, las cuales son elaboradas por manos de mujeres trabajadores que desde las cuatro de la madrugada, están al pie de lucha preparando la masa de maíz y los otros ingredientes que les dan ese sabor único y que solo lo llevan las famosas “Rosquillas Castillo”.

Estas manos de madera abnegad no solo fabricaron rosquillas, sino que también preparaban la famosa cosa de horno, pan, rosquetes, pan de yema, galleta de pelota y marquesote, ojalaras y pupusas.

Hoy en día doña Ignacia, ya no hace sus rosquillas, pues a su edad y por sus múltiples enfermedades que le aquejan, le han impedido seguir desempeñando la labor que ha realizo por más de cinco décadas y que han sido degustadas por miles de turistas que llegan hasta esté municipio atraídos por la fama que la hace merecedora de una mención especial como una de las madres más abnegadas que ha tenido este bello departamento.

jueves, 9 de julio de 2009

¡Para estos niños no existió el teletón!


La niña tiene 12 años y pesa solamente 24 libras El varón es dos años menor pero parece gemelo con su hermana La misma familia materna la ha denunciado para que la echen de su casita

Rivas es el departamento que, con sus playas maravillosas y la riqueza de sus tierras, alberga un paraíso terrenal. Pero también puede ser sede del infierno. Para Miriam Bustos, humilde mujer residente en el pueblecito rivense de Conchagua, lo es desde hace muchos años.

Con Miriam, de 33 años, hablamos un día de la semana pasada y lo que nos contó es como para inscribirse en los anales del dolor y la tragedia humanos.
Miriam nos dijo que un 16 de marzo de 1997 nació su hija Clara Valeska Briceño Bustos. En vista de su escaso peso (apenas dos libras), los médicos se dieron a la tarea de hacerle una serie de estudios clínicos y fue ahí donde le detectaron una severa lesión cerebral a la pequeña, que pasó con tratamiento durante siete años, aunque la desahuciaron cuando tenia apenas cuatro años.

El tiempo fue pasando pero Valeska no crecía porque su retardo cerebral se lo detuvo.
La madre luchó y batalló contra viento y marea por su hija a pesar de los diagnósticos médicos. Para mantenerla se dedicaba a vender lo que fuera en las calles, plazas y mercados de Rivas.

En el año 1999 doña Miriam quedó otra vez embarazada. El 13 de enero del 2000 nació Franklin Bustos, su tercer hijo, pero al parecer el pequeño también venia con problemas aunque más leves que los de su hermana Valeska.

“A Franklin lo que me le detectaron fue un soplo en el corazón, pero este soplo no permitió que mi niño creciera y se desarrollara normalmente. Los pies son volteaditos, la cabeza no la logra sostener y es bien aguadita. Los médicos me dijeron que les suspendiera el tratamiento a los dos porque no estoy haciendo nada por ellos”, relata la sufrida madre.
Una mentira piadosa

¡Son gemelos!, es lo que tiene que decir cuando en la calle algún curioso, al ver a los niños, se asombra del estado en que están los pequeños. Porque los dos tienen las mismas medidas aunque la niña tiene doce años cumplidos y el niño diez. “A los dos les pongo ropita de niños de un año”, cuenta doña Miriam.

A sus doce años la pequeña Valeska pesa 24 libras, ya es toda una señorita, pero su lesión cerebral la hace ver de aproximadamente un año, lo mismo que su hermanito Franklin, que tiene nueve años y parece un niño de un año. Franklin pesa 25 libras.

Ambos niños asisten a un centro de atención primaria de los Pipitos en Rivas. “Ahí me les hacen ejercicios dos veces por semana, pues por sus problemas ninguno de los dos puede caminar, tampoco pueden hablar. Yo les pedí ayuda a los directores de este centro y les dije que era sola, que me ayudaran con la compra de un cochecito para gemelos y me dijeron que no”, se lamenta.

Así fue que Miriam recogió de peso en peso hasta reunir lo suficiente para la compra de este medio de transporte, el cual es más cómodo para los “gemelitos” y para ella.

Hay que enfatizar que la única ayuda que ha recibido esta pobre mujer, para ella y sus pequeños, es por parte de la fundación “Red de Apoyo”, la cual trabaja sin fines de lucro con niños discapacitados, por lo que su Directora, la Licda. Shirley Montenegro, hace un llamado a través de nuestro medio de comunicación para continuar con esta loable labor, pues ella tampoco cuenta con ayuda de ningún organismo.
Abandonada por su esposo

Al nacer su tercer hijo su esposo la abandonó, la dejó sola con la carga de sus tres hijos. Su propia familia (su madre y varias hermanas) también le han dado la espalda. Con muchos sacrificios logró hacer una pequeña casita donde se pudieran albergar ella y sus hijos, pero la misma familia la denunció con la alcaldía municipal de Rivas, aduciendo que la construcción que había hecho estaba en áreas verdes y desde hace tres meses recibió una notificación de la alcaldía para que desalojara el lugar.

En este momento doña Miriam está “posando” donde una amiga que, por caridad, le da dónde estar a ella y a sus hijos y las pocas cosas que tiene, como la cuna de los pequeños y algunos enseres domésticos. Ella y sus hijos no sólo necesitan una casa donde vivir, sino que los pequeños requieren de vitaminas, pañales desechables, leche y ropa.

Pero esta cruz doña Miriam no la ha cargado sola: su hijo mayor, Julio Cesar, de apenas 13 años no ha dejado sola a su madre ni a sus hermanitos. “Es mi Cirineo”, manifestó doña Miriam.

Milagro en Masatepe: ¡debió morir hace 17 años, pero sigue vivo!

Nació con una serie de males, el menos grave de ellos el síndrome de Down

En Masatepe, conocida por sus sabrosas tamugas, la famosa sopa de mondongo, las riquísimas e inconfundibles cajetas, la belleza de su artesanía y la delicadeza con la que trabajan los muebles en mimbre y ratán, se está desarrollando una historia de amor, de ahínco y fortaleza a la vida que voy a compartir con ustedes, amigos lectores.

Lisseth Mercado y Javier Rodríguez, ambos ingenieros agrónomos de profesión, eran un joven matrimonio próspero y feliz, con muchos sueños por cumplir y metas que alcanzar. Pero su más caro anhelo estaba cifrado en el nacimiento de su primogénito, que venia en camino, pues la joven madre estaba embarazada.

Fue un 27 de enero de 1987 cuando nació Carlos Javier Rodríguez Mercado. Todo parecía estar bien: el bebé nació sin complicaciones, en un parto natural. Cuando el pequeño tenía ya quince días de nacido la madre lo llevó al Centro de Salud para que realizaran un chequeo de rutina.

El pequeño fue creciendo y continuaron sus chequeos rutinarios. Esta vez lo llevaron a la policlínica Nicaragüense, en esa época atendía el Doctor César Gutiérrez Cuan, pediatra Neonatologo. El galeno le chequeó muy exhaustivamente y detectó algo en el pequeño que le pareció muy extraño y decidió comunicárselo a sus padres.

Al darles el diagnóstico a los padres les dijo: “yo quisiera equivocarme, pero el niño trae problemas en el corazón. Tiene una hernia umbilical y por los rasgos que él tiene, creo que el niño tiene el síndrome de Down, lo que nosotros conocemos como mongolito“, dijo el doctor.

Confirman el padecimiento

El mundo se les vino encima al recibir esa noticia. El médico les sugirió que consultaran a otros especialistas si ellos así lo deseaban, y así fue.
Cuando llegaron a Masatepe consultaron al Doctor Alemán, también pediatra. El doctor Alemán fue más directo y les dijo: “Este niño viene fallado”.

Con la esperanza de que el diagnóstico fuera errado, la abuela preguntó incrédula ¿fallado cómo? Si... contestó el doctor, este niño es mongolito.
Fue algo duro. “Más duro porque era nuestro primer hijo. Fue un golpe bastante fuerte”, nos relata la madre entre llantos.

El padre no se hallaba en Masatepe, pues se encontraba cumpliendo su servicio militar. Eran tiempos difíciles para el país y él estaba en la montaña, pero a pesar de todo siempre se mantenía al tanto de su familia. Esa misma noche llamó para ver qué era lo que había dicho el médico. Su esposa y su suegra se pusieron de acuerdo en no decirle nada para no preocuparlo antes que llegara a casa.

El padre del pequeño llegó al día siguiente y le dijeron que tenían que darle una mala noticia y que tenía que ser fuerte. Le dijeron que el niño tenía el síndrome de Down y que su esposa iba necesitar mucho de su apoyo. Al recibir la noticia, el padre se impactó y sintió que el mundo se derrumbaba.

El tiempo fue sanando la herida de los padres hasta casi normalizarlos. Carlos Javier fue creciendo, con sus limitaciones, pero con la ayuda de sus padres el pequeño superaba las pruebas. Caminó hasta los cuatro años, lo que fue un gran logro para los padres. Por recomendaciones de unas maestras de la escuela para niños especiales entró a la misma, donde aprendió a socializar con otros niños de su edad y con sus mismas restricciones.

La madre reconoce que ellos, como padres, fallaron con respecto al desarrollo psicomotor del pequeño, y es que nunca le enseñaron a hablar. Todo lo empezó a pedir por señas, por eso el niño tiene un vocabulario bien escaso. “El dice algunas palabras, como mamá, papa, no inventes”.

”No hay un año que Carlitos no parta su pastel de cumpleaños porque no sabremos si el próximo cumpleaños lo vamos a tener entre nosotros”, nos dice llorando la madre.

Hace cuatro años, los padres de Carlos Javier lo trajeron a Managua a la Clínica Cardiológica del Valle. Ahí fue atendido por el doctor Narváez, cardiólogo con especialidad en pediatría, quien le hizo un chequeo medico exhaustivo y al ver los resultados pidió hablar con ellos a solas.

Lo que les dijo los dejó devastados: el doctor no se explicaba cómo es que Carlos Javier, quien tenia entonces 17 años, estaba vivo. Les platicó de su experiencia como médico y de los casos que ha tenido que tratar, y no entendía cómo es que el niño estaba aún con vida. Para graficar el caso, les puso de ejemplo dos láminas, una de un corazón normal y la otra de un corazón con las válvulas obstruidas a través de los tabiques, como las tiene el niño en la actualidad y eso hace que la sangre fluya con una fuerza increíble y que no se purifique.

Ahora, Carlos Javier tiene 22 años. Visita la clínica cada seis meses donde le realizan una serie de exámenes rigurosos. Mantiene su hemoglobina a 22, cuando lo normal debería ser de 14 y tiene la sangre tan espesa que se la tienen que arralar con una especie de suero. Hay ocasiones que no quiere tomar los medicamentos y le hace de señas a la mamá que le dan ganas de vomitar, pero la madre le dice que si no los toma no va a ver a su tía Ilma, “y como ella es su adoración”, el niño accede a tomarlos.

Los Rodríguez Mercado tienen dos hijos más: Manuel Enrique, de 14 años y Nataly, de 9. “Son normales, gracias a Dios y han aprendido a convivir con él. Le ayudan en lo que pueden aunque en algunas ocasiones tengo que mediar entre ellos cuando, como todos los hermanos, discuten por algo, pero por lo demás los hermanos lo han aceptado”, afirma la madre.

Carlos Javier es muy conocido en todo Masatepe. Las gentes le dicen “Chayanne” o “Tanita”, de cariño. Le gusta la música reggaetón y la lucha libre, colecciona cuadernos con las imágenes de estos maestros del ring. En ocasiones se le escapa a la mamá de la casa y se va al “Pali” a empacar la mercadería de los compradores y estos le dan propinas algunas veces tan generosas que anda más dinero que los padres.

Estuvo yendo a una escuela especial en San Marcos, pero cuando los alumnos cumplen los 18 años el Ministerio de Educación los remite a escuelas donde hay talleres para que puedan aprender algún oficio. Carlos Javier fue remitido a Jinotepe, pero como muchos niños se retiraron, no había posibilidades de que el bus pasara sólo por unos cuanto niños. Sin embargo, este año la escuela “La Antorcha” está haciendo gestiones para reunir a más niños con capacidades diferentes y llevarlos de nuevo a la escuela, donde les enseñan carpintería, jardinería, manualidades, etc. A él en particular le gusta la carpintería y sabe usar el martillo, el serrucho y hasta ha realizado trabajos manuales.

La madre atribuye que él aun esté vivo a “esas ganas que tiene de vivir por el amor a su tía, a sus hermanos, a sus padres, a su tío Manuel” y a los ruegos que ella le hace a Dios para que se lo preste un poco más de tiempo, pues está consciente de que el niño “es como una bomba de tiempo”, según diagnósticos médicos, pero aún así ella se aferra a su primogénito.

“Pilo”, el doctor de las hierbas que atiende a sus pacientes en un cementerio


Esta vez en nuestro recorrido por algunos departamentos del país nuestra parada fue en el bello departamento de Jinotega, nombre que provine de la palabra indígena Xinotencatl, que significa “ciudad de hombres eternos”, pero hay algunas personas que creen que esta palabra proviene del náhuatl, para designar el jiñocuabo, es decir, vecinos de los jiñocuabos, tal parece que esta interpretación es una de las más acertadas, por la cantidad de árboles de esta especie que se encuentran a sus alrededores.

“La Ciudad de las Brumas” nombre que se le atribuye a esta hermosa e histórica ciudad por algunos escritores, esto debido al fenómeno brumoso que cubría toda la ciudad por las mañanas, debido a la alta concentración de humedad en la atmosfera, desafortunadamente este fenómeno ha ido despareciendo durante los últimos años a causa de los despales indiscriminados en los bosques y que han resentido toda la flora y la fauna de este fresco departamento.

En esta zona del país nos encontramos con singular y peculiar personaje como es el curandero Porfirio Gadea Castro, hijo del también curandero y famoso Bernardino Gadea Chavarría, mejor conocido como “Nando” de quien heredo todos los conocimientos de la curación a través de hierbas y plantas medicinales.

“Pilo”, es así como lo llaman toda la gente del pueblo la cual llegan hasta el lugar donde ha atendido por más de doce años.

¿Y no crea que es un consultorio común y corriente, en el que serán atendidos por una enfermera que les tomará la presión, lo va a pesar y luego esperarán a que sea llamado por el doctor para pasar a su consulta?
¡Pues no amigos lectores, este doctor de las hierbas y los brebajes, atiende nada más y nada menos que en un cementerio!

Y no es que sus pacientes sean los que habitan este campo santo, el cual ha utilizado para dar sus consultas a los cientos de hombres, mujeres, ancianos que acuden todos los martes y los viernes desde tempranas horas de la mañana donde “Pilo” en busca de las famosas hierbas para curar sus males.

Pilo, nos cuenta que esto de la curación con las hierbas y las cascaras fue algo natura y que este era un don que su padre ya traía desde que nació, “esto fue natural hijita, él ya nació con esto, empezó aquí en este rio (señala), después con el tiempo ya empezó a curar con cascaritas, aquí venían gentillales hijita” cuanta.

Lugo que su padre murió él fue quien tomo las riendas del negocio, nos cuanta que anteriormente atendía detrás de la cruz (esta cruz esta ubicada en un cerro),”antes yo atendía haya arriba, pero ahora bajo hasta aquí, a dar las consultas y los ortos días de la semana atiendo a la gente de aquel lado” relató al Mercurio el famoso Pilo.

El famosos curandero que tiene la fama de tirar un escupitajo a los brebaje que toma la gente para curar sus males, cuanta que la consulta no es cara que por lo general cobra entre C$100 Y C$150 córdobas por consulta dependiendo de la gravedad del caso y de las hierbas, brebajes o cascaras que tenga que utilizar pues afirma curar de todo desde locos hasta una simple tos, pero dice que lo único que no cura es el cáncer y el sida, pues manifestó que esas enfermedades ya sabe que son mortales.

Sólo dolorosos recuerdos se reavivan esa fecha

El día de la madre no existe para ellas

De niños creemos que mamá todo lo puede, que no siente cansancio, que no sufre, que no llora y que siempre estará a nuestro lado cuando necesitemos de ella. Pero esa imagen que guardamos con tanto celo en lo más profundo de nuestro corazón de niños inocentes, con el tiempo no coincide con la que vemos cuando pasan los años, ya que nos damos cuenta de que ese ser que considerábamos excelso, es todo lo contrario, visto por los ojos de un hijo maltratado por su propia progenitora. En este mes de las madres, todos celebramos ese día tan especial, todos queremos estar con nuestra progenitora que con tanto amor nos llevó en su vientre por nueve largos meses, meses de desvelo, de dolor, de sacrificio….

Pero en esta ocasión, estimados lectores, quiero compartir con ustedes la historia de unas niñas que no tienen nada que celebrar junto a su madre este 30 de mayo, pues lo único que esta “madre”, (si acaso se le puede llamar madre a esta mujer), les ha dado a sus pequeños retoños es sólo dolor, amargura, llanto y sufrimiento.

Por razones que me reservo voy a omitir los nombres originales de los protagonistas de esta triste historia ya que la misma llegó a mis manos con el objetivo de darla a conocer, siempre y cuando omitiera nombres y fechas específicas.

Todo parecía ir bien para aquella joven pareja que contrajo nupcias hace doce años. Los recién casados querían ser madre y padre lo más pronto posible y así fue: la joven quedó embarazada a los pocos meses de casada.

Nació su primera hija y todo era felicidad y amor en aquel matrimonio. Con el esfuerzo de ambos lograron adquirir un pequeño terreno, en el que luego, poco a poco, consiguieron construir una casa cómoda para la familia.

En pocos años la familia creció. Nació su segunda hija, pero para entonces, luego de seis años, aquel feliz matrimonio se estaba convirtiendo más bien en una cárcel para ambos padres. Iniciaron los maltratos, los insultos mutuos, en algunas ocasiones el padre hasta llegó a agredir a la madre delante de las pequeñas. El alcohol y la falta de comunicación entre ambos fueron algunos de los detonantes para que lo que apenas ayer era una relación idílica se convirtiera en un infierno para esta familia.

Pero en medio de esta situación tensa entre los esposos quedaba aún la esperanza de que esta relación podía ser recuperada. Esta esperanza fue reforzada cuando la madre quedó embarazada por tercera vez. Ambos padres creían haber superado sus diferencias, o al menos intentaron hacerlo por la salud de sus pequeñas.

Pero fue en vano. Las peleas continuaron y acrecentaron su tono. Los vecinos y los familiares más cercanos no hallaban qué hacer ante esta situación, ya que los pleitos eran insoportables, los gritos y los maltratos que sufrían las niñas, a las que se había sumado una tercera, por parte de sus propios progenitores, habían llegado al limite, al igual que la relación matrimonial.

Hasta que llegó el momento en que la situación llegó a su clímax y fue cuando el padre golpeó a la madre frente a las niñas y vecinos, quienes trataron a toda costa de aquietar al agresor, pero fue en vano. La mujer fue brutalmente golpeada por su esposo
Luego de un tiempo la pareja se separó.

Decidieron vender la casa que con tanto esfuerzo habían logrado adquirir sin pensar en las niñas que ahora están pagando las consecuencias de esta separación que, de todos modos, se hacía imperativa.

El padre volvió a rehacer su vida con una nueva compañera, en cambio, la madre, ha descargado toda la furia de su fracaso matrimonial en las pobres criaturas. Las maltrata, les habla con un vocabulario que no es el adecuado, les viola constantemente sus derechos, no las manda a la escuela, hay ocasiones en las que no les permite que hablen con su padre y el dinero que les lleva éste a la mujer para la manutención de las pequeñas ella se lo gasta en fiestas y en diversión con su actual pareja.

Hay que resaltar que las criaturas no han pasado hambre y demás penas ya que la abuelita ha velado por ellas cuando la desnaturalizada madre las deja al sol y al viento mientras ella se sacia en el mundo de la diversión y el libertinaje.

Por otro lado, es de vital importancia mencionar el daño psicológico irreversible que estas criaturas están sufriendo por esta vida de llanto y de lágrimas que les está dando la mujer, daños que ya son evidentes en las menores. Por ejemplo, su sistema nervioso está totalmente alterado, en la escuela no están teniendo el rendimiento óptimo que deberían, a la vez se les nota distraídas y apartadas de los grupos de niños de su edad.

Es doloroso pensar que esta mujer que un día llevó en su vientre por nueve meses a cada una de sus hijas, sea ella misma la que hoy en día, lentamente, les esté quitando la vida con su forma de actuar, de tal manera que los menores aseguran sentirse mucho más tranquilas y en paz cuando no está la desnaturalizada mujer al “cuidado” de ellas.

Un escultor perseguido por la desgracia


Aún no concluye una obra iniciada a

raíz del huracán Juana, que lo afectó


En los años 80 simbolizó al

sandinismo con la figura de un sapo


Foto: Michael Garay

Desde pequeño soñaba con ser escultor. En 1937, cuando apenas contaba con siete años observaba cómo su padre trabajaba con la madera, pues era un gran ebanista. Su taller, en la colonia Somoza de la vieja Managua, fue tal vez el primero que abrieron los artistas en esculpir la madera en esta ciudad.

Recuerda que en su casa había diferentes catálogos de grandes escultores y entre ellos algunos del famoso escultor, arquitecto y pintor italiano del Renacimiento Miguel Ángel. El niño observaba con gran admiración la variedad de piezas de arte que aparecían en el muestrario.

Carlos Escobar es ahora un escultor que lleva 60 años de su existencia dándole vida y forma a la madera, creando piezas esculturales que llaman la atención de cualquier curioso que se acerque a observarlas en las exposiciones que realiza todos los días en el porche de su humilde vivienda ubicada en el barrio de Altagracia, pues cada una de sus piezas tiene una historia que contar.

Cuando tenía catorce años falleció su padre. Entonces Carlos se hizo cargo del pequeño negocio que tenían y tomó la responsabilidad de terminar de criar a sus pequeños hermanos.

En una época don Carlos tuvo gran éxito en su trabajo, pues en cierta ocasión mandó a los Estados Unidos cuatro cajones de sus esculturas compradas por una nicaragüense, que las llevó a vender a este país del norte. Fue tanto el éxito, que los compradores le pedían más mercancía, pero por la enfermedad de su esposa y su hija no pudo continuar con esta pequeña industria.

Esta producción yo no la debí de haber dejado nunca. Ahorita tendría no menos de setenta diferentes estilos y eso es un caudal para la industria de la escultura. Es por eso que a la mayoría de mis trabajos les pongo el escudo de Nicaragua”, afirma don Carlos.

A lo largo de su vida a don Carlos le ha tocado recorrer caminos duros y difíciles. Ya no recuerda cuántas piezas ha hecho y todas de diferentes formas, tamaños y estilos. Trabaja de tal manera que entre las piezas de arte que ha elaborado algunas pesan menos de cuatro onzas. Todas son elaboradas con cedro real, una de las maderas más finas y caras que existen.

Don Carlos tiene una escultura que la está trabajando desde que la furia del huracán Juana azotó con sus devastadores vientos a nuestro país. La historia de la obra nos la cuenta don Carlos con un tono melancólico y con los ojos llorosos. Resulta que cuando el terrible desastre tocó tierra nicaragüense los vientos botaron un árbol de guayaba en el cual él hacia ejercicios y se abastecía de sus deliciosas y jugosas frutas. Le dolió ver cómo las fuertes embestidas del viento lo arrancaron de cuajo. Pero después, al volver la calma, le brotó la inspiración de crear una nueva obra de arte y así fue como nació “La hija del huracán Juana”, nombre que le puso a la escultura en la que lleva trabajando veintidós años de su vida y en la que se pueden ver reflejadas olas azotadas por los vientos, que se entrelazan con rostros y partes de cuerpos humanos y de animales. Luego, en la parte media de la escultura, se observan los senos de una mujer para concluir en la cima con la fruta de una guayaba.

Otra de sus obras que lo marcaron en su vida está hecha en cerámica y la empezó a realizar a finales de los años 80, cuando los vecinos hacían vigilancia nocturna en los barrios. Su esposa estaba muy enferma, postrada en una silla de ruedas ya que había sufrido un derrame y él a la vez cuidaba a su pequeña hija, que también estaba en una silla de ruedas ya que la pequeña había nacido con serios problemas cerebrales.

En ese momento yo tenia una gran pelota de cera que la iba a ocupar para hacer otros trabajos, pero me enojé tanto con el gobierno de turno por la injusticia que querían cometer en contra de esta pobre mujer que no recibía ninguna atención de las instituciones del Estado sandinista que lo único que se me ocurrió fue hacer un sapo”, explica el escultor.

Don Carlos nos cuenta que en esa escultura quiere plasmar la hipocresía y la falta de humanidad que existía en ese entonces.

En esa escultura de protesta se puede apreciar a un sapo con boca y orejas de humano, que según el escultor es lo que caracteriza a un delator y con nariz de perro que anda olfateando todo a su alrededor. En una de sus manos el animal carga una bolsa, en la que él quiere simbolizar todo lo que se estaban robando; en la parte inferior se pueden observar unas manos encadenadas que están sosteniendo al animal a la vez hay unas escaleras que simbolizan a los nueve comandantes.

Por haber hecho esta escultura don Carlos recibió una serie de amenazas por parte del gobierno, ya que la misma fue publicada por la prensa nacional.

Hoy en día, don Carlos tiene 80 años y espera vivir unos 15 años más para viajar a México y comprar un par de colmillos de elefante y hacer con el marfil por lo menos dos nuevas obras. “No me voy a morir hasta que realice uno de mis trabajos con este material, porque es uno de mis mayores sueños”, afirma.